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Huerto Evolutivo (10): La Fruta de Dios (¿o quizás no?)

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In Science we trust
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La banana, el plátano… son frutas cuya forma está perfectamente diseñada para encajar con nuestras manos. Para facilitar aun más la posibilidad de aferrarlas, constan de una superficie antideslizante. Su coloración amarilla y las pintas negras son un indicador de su madurez. El extremo del fruto le permite ser abierto con la misma facilidad que una lata de refrescos. La piel es biodegradable y el extremo del fruto pelado encaja a la perfección en la boca humana. Además es un fruto fresco, fácil de digerir (y sin semillas y con carne dulce, jugosa y energética). Todo ello no puede ser casualidad, por lo tanto, Dios EXISTE. Y la banana es la pesadilla del ateo.

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¿Cómo os habéis quedado? Irrefutable, ¿verdad? Para mí, el único inconveniente es el último par de frases. Quizás necesite algo más de potencia neuronal, pero no termino de entender cómo se salta del “es perfecta para el ser humano” hasta el “luego es obra y creación de Dios”. Tan sorprendente (por surrealista) argumento fue expuesto por los creacionistas Kirk Cameron y Ray Comfort hace unos pocos años ¿Qué no te lo crees? ¿Qué los creacionistas no pueden llegar tan lejos? Acepto dicho escepticismo, pero es real, aquí tenemos la prueba: mira esta vieja entrada de La Ciencia y sus Demonios, es el segundo vídeo…

No voy a hacer leña del árbol caído. No diré que aunque el plátano sea ideal para consumo humano, otras frutas lo ponen un poco más difícil. Dígase la nuez, que hay que ingeniárselas para consumir su contenido. O el higo chumbo (fruto de la chumbera), delicioso, pero con fieras espinas por fuera y molestas semillas enormes por dentro. O el coco, que bien usado es más peligroso que la honda de David. O la yuca, que hay que desenterrarla, quitarle su dura corteza y luego hervirla para eliminarle los compuestos tóxicos. O el fruto del tejo, que tiene todo lo bueno del plátano: color apetitoso, piel suave, pequeño, fácil de coger y encaja en la boca la mar de bien… pero venenoso. No, no haré leña del árbol caído, me conformaré con reducirlo a astillas. Hoy, en «El Huerto Evolutivo», conozcamos la historia de nuestros plátanos y bananas, las cuáles son así, porque así quisimos.

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Un montón de plátanos o bananas… joer que hambre me está dando…


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Antes de seguir, solo decir que esta nueva entrada de La Ciencia y sus Demonios es extensa y profusa en detalles, casi recomendaría acompañarla con un café o un buen cola cao bien calentito para leerla en buena calma y relax. Otra opción es leer este documento por “entregas”, está subdividido en diez capítulos por esa razón. El único objetivo ha sido intentar dar una visión lo más completa y resumida posible acerca del mundo, el origen, la evolucion y la domesticación de las bananas; así como su historia compartida con el ser humano. No ha sido fácil, la información está bastante dispersa en un amplio rango de artículos científicos.

Por ello debo dar las gracias a la accesibilidad de una revisión publicada en la prestigiosa revista científica PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America), que he usado como columna vertebral de este documento. Se trata de un texto elaborado por numerosos científicos que trabajan en centros de investigación repartidos por Australia, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Guadalupe y Vanuatu. Además se trata de un artículo de acceso libre, así que si alguien quiere disfrutarlo, pongo el enlace a vuestra disposición:

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Conceptos previos.

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Por primera vez en «El Huerto Evolutivo» hacemos un breve glosario previo. Creo que será útil porque habrá términos usados hasta el hartazgo y necesarios para comprender como los bananos, desde sus versiones silvestres, cambiaron hasta llegar a lo que son hoy:

  • Genoma. Todo el material genético de un ser viviente. El genoma se compone de todos y cada uno de los genes de un ser vivo, así como de otras cosas que “no son genes” pero que también están hechas de ADN.
  • Cromosoma. En las plantas y animales el genoma no es una entidad continua, sino que está fragmentado en varios segmentos de distinta longitud. Cada uno de esos segmentos se denomina cromosoma.
  • Ploidía. Cada especie de planta o animal tiene un número determinado de cromosomas, de distinto tamaño y forma, diferentes entre sí. La «ploidía» sería pues el “juego básico de cromosomas”. Las células sexuales (como óvulos, espermatozoides y granos de polen) tienen un único juego de cromosomas, por ello se llaman haploides. De forma general, las demás células del cuerpo tienen un doble juego de cromosomas, por lo que reciben el nombre de diploides. En algunos casos aparecen seres que tienen tres juegos de cromosomas en sus células, estos seres se llaman triploides.

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Capítulo I: el mundo de hoy / de la subsistencia al capital

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En Europa y Norteamérica la banana y el plátano son frutos muy populares. En otros países son más que eso: son vitales. Descontando al mal llamado “primer mundo”, la banana y el plátano son el cuarto producto alimentario más importante (ref. 30), estando el 85% de su consumo concentrado en regiones tropicales y subtropicales (ref. 20) y siendo el alimento básico para al menos 400 millones de personas (ref. 30). En términos globales son la fruta más producida a nivel mundial; como el arroz, el trigo y el maíz, se considera uno de los cultivos de mayor importancia agroalimentaria (ref. 20 y 30).

Las más de mil variedades de bananas cultivadas representan una producción anual de 105 a 120 millones de toneladas anuales repartidas en más de 150 países. Sin embargo, alrededor del 90% de la producción deriva de la agricultura de subsistencia destinada al autoconsumo, especialmente en países como Uganda, Ruanda, Camerún o Gabón, donde el consumo de bananas por persona es de 100 a más de 200 kilos anuales. Otros países han convertido a la banana y al plátano en un producto de gran valor comercial; reconociéndose como principales exportadores a países como Ecuador, Colombia, Costa Rica, Guatemala y Filipinas. En Europa el principal productor y exportador son las islas Canarias (España), que en 2009 produjeron 352 mil toneladas de nuestro famoso plátano de Canarias (ref. 30). Sí… somos literalmente una monarquía bananera.

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Nuestro exquisito plátano de Canarias, una variedad derivada de ‘Cavendish’. A mí me gusta, así que no lo voy a ignorar :) Crédito: Principia.

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Sin embargo, aunque hay más de mil variedades de bananas, más de la mitad de la producción es destinada a las múltiples variedades derivadas de la variedad ‘Cavendish’, con una producción anual de 60 a 65 millones de toneladas. En segundo lugar se encuentran las ‘bananas de cocción’ de África y Asia, con una producción anual de 40 a 50 millones de toneladas y cuya principal característica es la necesidad de cocinarlas previamente a su consumo. Entre ambos tipos de bananas se mueven alrededor de 7.900 millones de dólares americanos anuales (ref. 30).

La variedad ‘Cavendish’ es tan importante que seguro que usted conoce a algún descendiente de dicha variedad. Por ejemplo, los plátanos de Canarias, cuyas variedades incluyen a ‘Giant Cavendish’ (alias ‘Gran Enana’), a ‘Dwarf Cavendish’ (alias ‘Pequeña Enana’) y a una nueva raza nacida en el mismo archipiélago llamada ‘Gruesa Palmera’; entre otras. Son variedades ideales para el clima canario, crecen en altas densidades en los campos de cultivo, resisten enfermedades peligrosas para el banano y son relativamente fáciles de cosechar (ref. 8).

La naturaleza de los frutos de ‘Cavendish’ y descendientes es bien conocida: pulpa carnosa, textura suave y sabor símil a un rico postre… además no tiene semillas. Son frutos muy energéticos (ricos en carbohidratos), con una elevada cantidad de vitamina B6 y más que aceptable cantidad de vitamina C (ref. 31). Considerado el fruto perfecto por ciertas personas, su historia desvela una criatura extraña. La banana silvestre, el ancestro de nuestros cultivos, posee un fruto tan diferente que sería capaz de indigestar a Kirk Cameron. Como dice el aforismo asociado al sabio Confucio, “más vale una imagen que mil palabras”…

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Izquierda, fruto de la banana cultivada variedad ‘Cavendish’ común en nuestros mercados. Derecha, fruto de la banana silvestre Musa acuminata malaccensis tipo ‘Pahang’, uno de los ancestros de ‘Cavendish’ ¿Habéis visto las semillas? Crédito: Science.

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Capítulo II: familia de hermosas musas / poesía científica

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Los bananos son plantas pertenecientes a la familia Musaceae, también conocidas como musáceas. Son nativas de las zonas tropicales de África, Asia y Australia. Plantas grandes y de hermosas hojas verdes, no son árboles y tampoco son arbustos. En realidad son hierbas, hierbas que han alcanzado un tamaño gigantesco. Hasta ahora, los botánicos solo ven tres géneros dentro de las musáceas: Musa, Ensete y Musella (ref. 13, 14, 20 y 24).

El género Ensete puede encontrarse en las zonas tropicales de África y del sureste asiático. Su estatus está en discusión, por lo que según diferentes estudios botánicos hay entre cinco y nueve especies. Son grandes hierbas que pueden ser usadas como alimento, fuente de fibra vegetal y tienen valor ornamental en varios países. El fruto es más o menos parecido al de la banana, pero pequeño, seco, lleno de semillas e incomible; además, la planta muere tras dar sus frutos (ref. 20, 23 y 24).

El género Musella solo cuenta con una única especie: Musella lasiocarpa (Franch.) C.Y.Wu ex H.W.Li. Es una preciosa planta originaria del sureste de China y Vietnam; en jardinería es conocida por nombres tan pintorescos como «Flor de Loto Dorada» o «Plátano Enano Chino». Actualmente cuenta con un gran valor ornamental en jardinería, lo que la ha trasladado a diversos lugares del mundo (ref. 20 y 24).

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Izquierda, ejemplar de Ensete glaucum, créd.: tropik.cz. Derecha, ejemplar de Musella lasiocarpa, alias “Flor de Loto Dorada China”, créd.: Hong Kong Housing Authority

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Pero si algún grupo de musáceas destaca especialmente, ese es el género Musa, del que se han descrito más de 50 especies y al que pertenecen nuestras ricas bananas, nativo del sudeste asiático, sus islas y Oceanía (ref. 11 y 14). Hasta no hace mucho tiempo los botánicos tradicionalmente conocían a la banana cultivada por el hermoso nombre de Musa paradisiaca, el mismo nombre con el que fue bautizada por el naturalista sueco Carl von Linneo en el año 1753 (ref. 9).

Existe bastante especulación sobre las razones que pudo tener Linneo para bautizar con el nombre de Musa a este grupo plantas ¿Puede que sea debido a que musa era como llamaban a esta planta en Egipto y otros lugares de África en el siglo XVIII, como deformación de los términos árabes «mouz», «maouz», «moz» o «maws», que identifican a la ciudad de Moka? (ref. 9). Ciudad que a riesgo de equivocarme, tal vez podría ser la actual Mocha o Mokha (del árabe: المخا al-Mukhā), localizada en Yemen, ver aquí.

O quizás… ¿Tal vez Linneo otorgó dicho nombre en honor al botánico y médico del emperador Augusto (siglo I a.C.), cuyo nombre era Antonio Musa? ¿O era una alusión a las inspiradoras musas, deidades del Arte y de las Ciencias en la mitología grecolatina? (ref. 9). Sea cual sea la razón, para mí es un nombre que evoca poesía.

Sin embargo los tiempos han cambiado y los nuevos descubrimientos en botánica y genética enseñan que Linneo se equivocó. El estatus de especie de Musa paradisiaca es bastante discutible, ya que la planta que utilizó Linneo como ejemplo exacto de lo que es una banana cultivada… en realidad es un híbrido entre dos especies… ¿Qué especies son esas? Bueno, esta es una historia que comienza en la amalgama de islas, archipiélagos y trocitos de piedra que bañan el sudeste asiático y Oceanía.

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Ejemplares de bananos o plataneros (Musa x paradisiaca) en plan ornamental, más o menos la planta que inspiró a Linneo. Crédito: Morin&Moya – Universidad de Huelva

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Capítulo III: nacida en la selva / licencia para matar

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Tras décadas de estudio, hoy existe un amplio consenso acerca de los progenitores de las bananas y plátanos que habitualmente encontramos en el mercado. Uno de ellos, el más importante, es la planta conocida por el nombre de Musa acuminata Colla, originaria de la miríada de islas que pueblan el sudeste asiático, Indonesia, Micronesia y Melanesia, destacando entre ellas la isla de Nueva Guinea (ref. 13, 14, 19, 20 y 24).

La banana silvestre, Musa acuminata, es considerada por los botánicos como una “hierba de la jungla”, un pícaro vegetal. Esta hierba desempeña en el ecosistema de la selva un modo de vida oportunista: cuando en un talud se produce un derrumbamiento, cuando un árbol cae, cuando una zona de bosque es deforestada, cuando por cualquier razón se crea un espacio claro y abierto en la selva… allí crecerá Musa acuminata. Será una conquista temporal, siempre hay plantas más fuertes y resistentes que la doblegarán y ocuparán su puesto, pero hasta entonces la banana silvestre aprovechará su tiempo al máximo (ref. 13).

Tras crecer velozmente la banana silvestre florecerá, poniendo sus flores a disposición de varias especies de vertebrados que serán atraídos por su néctar, como el murciélago frugívoro naricorto (Cynopterus sphinx) y aves como el arañero estriado (Arachnothera magna) y el arañero enano (Arachnothera longirostra). Al tiempo que tales animales succionan y beben el rico néctar, terminan embadurnados de polen en el acto. De ese modo, cuando visiten la siguiente flor llegarán a polinizarla y fecundarla (ref. 15).

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Izquierda, hermosa flor de Musa acuminata con un arañero estriado (Arachnothera magna). Crédito: Michael Gillam ¡galería recomendadísima! Derecha, murciélago frugívoro Cynopterus sphinx poniéndose las botas en una flor de Musa sp. Crédito: sciencephoto.com

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Este esfuerzo por la fecundación tiene una importante razón de ser: aumentar la diversidad genética de las semillas y con ello sus probabilidades de supervivencia. Sin embargo esto no es suficiente para augurar un buen futuro a la descendencia. Las semillas necesitan ser diseminadas a otros lugares, con el objetivo de que obtengan mejores oportunidades de germinar y crecer, de encontrar algún espacio abierto en la oscura y densa selva tropical.

Para ello las bananeras silvestres cuentan con una gran cantidad de frutos que producen durante todo el año. A simple vista estos frutos dan repelús, pero son bien apreciados por el murciélago Cynopterus sphinx, el cuál los cogerá y se los llevará lejos, a un lugar donde pueda comerlos tranquilamente. Estos frutos  también son apetitosos para la civeta asiática de las palmas (Paradoxurus hermaphroditus), que los comerá en el acto, pero cuando el animal defeque habrá trasladado las semillas a otro lugar de la selva y las habrá obsequiado con un plus de abono natural. De ese modo la bananera se vale de los animales para dispersar sus semillas (ref. 15 y 29)

Estas semillas no son ninguna broma. Son relativamente grandes y bien formadas, tanto que resultan un festín para roedores como la ardilla de Pallas (Callosciurus erythraeus), la ardilla de vientre blanco (Callosciurus caniceps), la ardilla de suelo Indochina (Menetes berdmorei), las ratas (Rattus sp.) y los ratones (Mus sp.); sin descartar otro mamífero que aunque no es en absoluto un roedor, exteriormente se parece a ellos: la tupaya (Tupaia glis) (ref. 15).

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Izquierda, frutos de bananera o platanera silvestre Musa acuminata, nótese las abundantes semillas. Crédito: (ref. 28). Derecha, civeta asiática de la palma (Paradoxurus hermaphroditus), dispersor natural de semillas de esta planta. Crédito: BioLib

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A priori es fácil pensar que si un murciélago puede “jartarse” de bananas silvestres quizás nosotros también… Pero esta sería una conclusión tomada con pinzas. Es cierto que este fruto puede ser comido por los humanos, crudo o cocinado, llegando a ser empleado como remedio contra la diarrea y la disentería (ref. 13). ¡Pero cuidado! Los frutos del banano silvestre Musa acuminata y otras especies emparentadas no es saludable. De hecho ¡Su ingestión puede llegar a ser peligrosa! No es ninguna broma, las consecuencias de comerlo pueden ir más allá de una indigestión: puede causar peligrosas obstrucciones intestinales como consecuencia de los «fitobezoares» (ref. 26 y 28).

¿Qué son los «fitobezoares»? Estos son acumulaciones de material vegetal sin digerir. En el caso de los frutos del banano silvestre se producen porque dichos frutos tienen unos compuestos llamados «taninos» y «pectinas», que en el sistema digestivo pueden convertirse en un cemento que une y compacta las numerosas fibras y enormes semillas del fruto, creando algo parecido a una pelota capaz de obstruir el tracto intestinal (ref. 26 y 28).

Así, si te comes una banana silvestre corres el riesgo de acabar con una compacta pelota de semillas y fibras bloqueando tus intestinos. Para salir del paso solo queda la intervención quirúrgica. Esto ha sido reportado en la isla de Laos, donde algunos médicos denuncian que el consumo de frutos de banana silvestre podría estar más extendido de lo que se piensa y podría resultar en un grave problema de salud pública. Asimismo, en el mismo estudio se reporta una asociación de síntomas como estreñimiento, apendicitis, dolor intestinal y vómitos con la ingestión de las semillas. No se como estará el patio, pero quizás alguien pueda pensar: ¿La gente de Laos es tonta? ¿No sabe que eso no se come? La realidad es bastante más triste. Mucha población de Laos sobrevive con una agricultura y pesca de subsistencia. Cuando comen bananas silvestres no es por capricho… es por hambre (ref. 26 y 28).

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Fitobezoares (acumulaciones de material vegetal) causados por el consumo de frutos de platanera silvestre, Musa acuminata. Todos fueron extraídos del mismo paciente, tienen un diámetro de 5 cm y capacidad de obstruir el intestino. Crédito: (ref. 28).

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Hasta ahora hemos visto que la bananera silvestre Musa acuminata es una planta que ha formado sus propias redes con las criaturas de la selva, un oportunista que crece en espacios abiertos que usa a los vertebrados para la polinización de sus flores y la dispersión de sus semillas. Además, si seguimos la lógica de los creacionistas Kirk Cameron y Ray Comfort, podríamos deducir que Dios nos ha obsequiado con un fruto perfecto para acabar en el quirófano. Sin embargo, sería un error considerar a Musa acuminata como una “unidad”.

Como ya hemos comentado, esta especie ha colonizado exitosamente diversas islas del sudeste asiático y de Oceanía, por ello las distintas poblaciones de Musa acuminata están dispersas y aisladas en multitud de lugares. Pero el aislamiento tiene sus consecuencias: las distintas poblaciones han acumulado independientemente tantos cambios, a lo largo de miles de años, que ahora son tan diferentes entre sí que son una etapa intermedia entre especie progenitora y una nueva especie. Estas poblaciones en estado transicional reciben el nombre de «subespecies».

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Modelo de especiación alopátrica. Crédito: Fuente Propia

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Es importante que estas subespecies sean presentadas, puesto que han jugado un papel clave en el origen y evolución de la banana doméstica. También son un precioso ejemplo de evolución: los botánicos han considerado cuatro grupos de Musa acuminata basándose en el aspecto y forma de tallos, flores, frutos y otros rasgos; dichos grupos también son diferentes en base a estudios genéticos realizados sobre genes del núcleo, de la mitocondria y del cloroplasto. Y lo más bonito, las diferencias también coinciden con diferencias geográficas (ref. 19 y 20).

Todo esto encaja perfectamente en un espacio evolutivo, donde las bananas, tras colonizar islas y permanecer aisladas en ellas durante miles o cientos de miles de años, han acumulado suficientes diferencias entre ellas como para considerarlas subespecies, grupos vegetales en vías de convertirse en especies diferentes. Estas subespecies son (ref. 19, 20 y 24):

  • 1.- La subespecie banksii, nativa de la isla de Nueva Guinea.
  • 2.- La subespecie malaccensis, nativa de la Península Malaya.
  • 3.- Una tríada de subespecies: burmannica, burmannicoides y siamea, no diferenciadas por los estudios genéticos. Nativas de Tailandia, Myanmar (Birmania), Bangladesh, el noreste de la India y el sur de China; son muy parecidas a la subespecie malaccensis, con la que comparten frontera, por lo que es posible que hibriden entre sí.
  • 4.- La subespecie zebrina, nativa de la isla de Java. Posee la mayor cantidad de material genético del grupo (hasta un 10%) y quizás sea la más “ancestral”.

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Sin embargo los estudios genéticos revelan además que otras poblaciones, situadas en otras áreas geográficas, son suficientemente diferentes como para ser consideradas subespecies distintas, por lo que encontramos (ref. 19, 20 y 24):

  • La subespecie microcarpa, presente en la isla de Borneo y emparentada con zebrina.
  • La subespecie truncata, exclusiva y endémica de las tierras altas de la Península Malaya.
  • La subespecie errans, presente en las islas Filipinas y de catalogación reciente.

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Mapa con la distribución geográfica de las diferentes subespecies de Musa acuminata. Crédito: (ref. 19).

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Capítulo IV: lejano pasado / caótica juventud

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Podríamos lanzarnos de cabeza a ver como la domesticación, esa evolución mediada por el hombre, ha cambiado radicalmente un fruto diabólico en un fruto bendito. Pero las bananas tienen mucho más que contar, más allá de la obvia domesticación. Esta entrada de «El Huerto Evolutivo» presenta otro caso donde la genética desvela un interesante pasado.

Estamos en la era de la genómica, en los últimos años grupos de investigación de todo el mundo se han dedicado a descifrar el genoma de muchísimas especies, centrándose en aquellas de gran importancia biomédica, económica o evolutiva. La banana reúne algunas de estas cualidades, así que los genéticos se pusieron las pilas y el pasado mes de agosto del año 2012, en la prestigiosa revista científica Nature, fue publicado un trabajo en el que participaron científicos de 19 Centros de Investigación repartidos en países como Australia, Brasil, Estados Unidos, Francia, Países Bajos, República Checa y Suiza. Dicho trabajo es el siguiente:

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Esta publicación desvela el primer borrador de todo el genoma de una banana, la silvestre Musa acuminata subespecie malaccensis tipo ‘DH Pahang’, uno de los ancestros de la famosa ‘Cavendish’. Según este estudio su genoma cuenta con 11 pares de cromosomas (otros bananos tienen 10 pares de cromosomas) y 523 millones de pares de bases; todo el material genético aglutina entre 30.000 y 40.000 regiones identificadas como genes (nosotros tenemos entre 20.000 y 21.000 genes) y al menos la mitad del genoma se corresponde con «transposones». Los transposones son unos cabritos genéticos, están hechos de DNA, pero a veces pueden cambiar de sitio en el genoma y multiplicarse sin permiso, todavía son entidades bastante desconcertantes (ref. 2).

Lo más mejor vino con un análisis más detallado del genoma. Corroborando otros estudios anteriores, la publicación de Nature acentúa su atención en las duplicaciones completas del genoma y sus implicaciones en la evolución de varios linajes de plantas. La duplicación completa del genoma es un fenómeno en el que, mutación mediante, aparecen nuevos seres con todo su genoma duplicado con respecto a sus progenitores. No es un fenómeno extraño, aún sucede hoy en día y es fuente de creación de nuevas especies (ver aquí por ejemplo). Además se trata de un fenómeno que ya vimos en «El Huerto Evolutivo» cuando desvelamos el lejano pasado evolutivo de la uva (enlace) y la sandía (enlace).

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En este caso, los científicos aventuran que hace aproximadamente 65 millones de años debió de darse un doble evento de duplicación genética en el que sería el ancestro de las musáceas. En otras palabras, esto significa que dos duplicaciones genéticas seguidas generaron un nuevo tipo de planta, este nuevo tipo de planta sería el ancestro que engendraría millones de años después a las bananas, entre otras especies; aquella doble duplicación genética recibe el nombre de duplicación α/β. Pero la cosa no acaba aquí, ya que parece ser que aquel ancestro de las musáceas era a su vez heredero de otra duplicación genética (ref. 2).

Según los científicos que participaron en dicho estudio, aquella otra duplicación genética debió de suceder hace 100 millones de años, ha sido bautizada como duplicación γ. Esta duplicación engendró al ancestro de las actuales Zingiberales, un grupo de plantas que agrupa a dos familias hermanas: las musáceas y las zingiberáceas, estas últimas son una familia vegetal que entre otras especies incluye al jengibre (Zingiber officinale). También se han hallado eventos de duplicación genética en el linaje de las gramíneas (esas plantas que incluyen al arroz o al trigo), pero parece ser que aquellas duplicaciones sucedieron de forma independiente y ajena al linaje de las Zingiberales (ref. 2).

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Izquierda, duplicaciones genómicas completas acontecidas en el ancestro del las Zingiberales (duplicación γ) y en el ancestro de Musa (duplicación α/β). Derecha, filogenia de monocotiledóneas y dicotiledóneas, los cuadros representan eventos de duplicación genómica completa. Crédito: Nature

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Capítulo V: “mira mamá, he inventado la agricultura”

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Para conocer una ciencia buena idea es conocer sus herramientas. En arqueología botánica una de las mejores son los «fitolitos», microscópicas estructuras de sílice fabricadas en el interior de células vegetales. Al ser de sílice cuentan con la resistencia del “cristal duro”, pudiéndose conservar durante largos periodos de tiempo. Y como cada especie o género de plantas tiene sus propios fitolitos, es posible determinar con gran precisión las plantas que una vez existieron identificando los fitolitos del yacimiento (ref. 21). En el caso de los bananos sus fitolitos son muy característicos, pero no permiten diferenciar entre silvestres y cultivados, por ello aunque los fitolitos demuestren la presencia de bananos en un lugar y en una época, la domesticación debe inferirse a través de otros datos (ref. 1).

La historia compartida de la banana y la humanidad podría ser tan antigua como la colonización de la isla de Nueva Guinea (hace aproximadamente 40.000 años) (ref. 5). En Nueva Guinea se encuentra el yacimiento arqueológico de Kuk Swamp, elevado a 1.560 metros sobre el nivel del mar, se sitúa en un área de selva tropical de baja montaña con una temperatura media anual de 19 ºC y 27.000 mm anuales de precipitaciones (ref. 4 y 5). Sí, es un sitio algo húmedo.

Kuk Swamp es un gran yacimiento con interesantes hallazgos datados en 10.220 – 9.910 años de antigüedad: (1) el registro de polen y fitolitos de aquella época muestran una sustitución del bosque por espacios abiertos; (2) aparecen hoyos y agujeros equivalentes a los realizados para sujetar postes y estacas, necesarias para sostener a ciertos cultivos; (3) hay restos de un antiguo dique que debió soportar un canal diseñado para drenar el suelo encharcado; (4) y por si esto no fuera suficiente, hay herramientas de piedra y restos procesados de una planta conocida como taro (Colocasia esculenta (L.) Schott). Dicha planta recuerda a una platanera (sin serlo) y aún hoy sus hojas y cormos (tallos subterráneos engrosados) son usados como alimento. Para los arqueólogos todo esto implica una primitiva iniciación a las actividades agrícolas en zonas empantanadas (ref. 4 y 5).

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Izquierda, fitolitos de Musa vistos con microscopio electrónico de barrido (excepto el de arriba a la derecha), créd.: (ref. 1). Derecha, esquema del taro (Colocasia esculenta) cuyo tallo subterráneo engrosado es comestible, créd.: HowStuffWorks

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La técnica seguiría evolucionando en Kuk Swamp. En yacimientos de 6.950 – 5.990 años de edad aparecen más hoyos y agujeros, restos de carbón y una nueva técnica de cultivo ideal para zonas húmedas: montículos elevados que drenan más fácilmente el agua. Quizás lo más interesante es la desorbitada cantidad de fitolitos de bananas que aparecen, los arqueólogos solo se explican tal cantidad si se consideran densas plantaciones de bananos, mucho más densas que las aglomeraciones que se pueden encontrar de forma natural (ref. 4, 5 y 6).

Por ello los arqueólogos estiman que el cultivo de la banana debe de tener entre seis mil y siete mil años de antigüedad (ref. 4, 5 y 20). Además, aquellos fitolitos de bananas son muy parecidos a los de Musa acuminata subespecie banksii, la única subespecie de banano que crece de forma natural en la isla (ref. 6 y 20). Lo cual tiene mucho sentido, el cultivo de una especie debe empezar precisamente en el lugar donde esa especie habita, no puedes empezar a domesticar de cero una especie que no tienes.

Pero no solo bananas, en realidad los primeros agricultores de Nueva Guinea explotaron en aquel entonces diversas plantas nativas, como el ya mencionado taro (Colocasia sculenta), el ñame de Filipinas (Dioscorea alata), la caña de azúcar (Saccharum officinarum) y la banana (Musa acuminata subespecie banksii), entre otras. Adicionalmente, sus técnicas agrícolas se especializaron en zonas pantanosas, dicho invento debió de ser propio, un aprendizaje independiente tal y como sucedió en el Creciente Fértil (Oriente Medio) o en varias regiones de Sudamérica y Asia. Como en aquellas áreas, los nativos se centraron en plantas aborígenes ricas en carbohidratos y/o proteínas (ref. 6).

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Flores y frutos de la bananera silvestre Musa acuminata subespecie banksii de Nueva Guinea: (A) flores masculinas; (B) fruto y (C) fruto abierto con semillas. Crédito: CSIRO

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Pero ya hemos visto que el fruto del banano es bastante indigesto… ¿Por qué se fijarían en él? ¿Por qué cultivar esta planta? En relación al fruto, quizás aquellas gentes lograron procesarlo tal y como hacen los pueblos de África con las ‘bananas de cocción’, cuya pulpa necesita ser tratada previamente a su ingestión. Dichos tratamientos son de lo más variados: al vapor, hervidas, asadas, en guisos, convertidas en puré, machacadas en harinas que son mezcladas con otros ingredientes, etc. (ref. 12). Quizás de ese modo las antiguas gentes de Kuk Swamp lograran mejorar el escaso valor nutritivo del fruto original.

Pero aunque consideremos al fruto totalmente inútil, hay otras razones por las que sería útil cultivar la banana: tratándose de supervivencia todo recurso es aprovechado al máximo. Por ello los nativos del sureste asiático y el área indo-malaya han aprendido a sacarle un gran rendimiento a los bananos: (1) inflorescencias, hojas jóvenes y tallos pueden comerse crudos o cocinados bajo múltiple formas; (2) la hoja sirve para elaborar envoltorios para la comida; (3) diversos extractos se usan para lavandería, elaborar tintes y facilitar la fabricación de papel; (4) distintas partes de la planta valen para fabricar papel, cigarros, contenedores, canoas y otros elementos; (5) los nativos le otorgan varios “usos medicinales” y rituales; (6) finalmente, es útil como forraje para los cerdos y los casuarios domésticos (ref. 13).

Todo ello convierte a los bananos en algo habitual e importante para las humildes economías locales. Aunque el banana tiene cierto elemento que ha traspasado fronteras. No me refiero al fruto, sino a las fibras extraídas de las hojas. Dichas fibras han creado toda una proto-industria textil: ropa de buena calidad, cuerdas, alfombras, cortinas y adornos ceremoniales de gran valor (ref. 13).

De hecho la especie Musa textilis, hoy más cercana a un cultivo que a una planta salvaje, es la base del «abacá» de Filipinas, un tejido expandido por medio de los españoles y que a mediados del siglo XVIII era una poderosa industria que exportaba a América y Japón; su producción se redujo drásticamente a causa de las fibras sintéticas (aunque su uso aún perdura hoy). Por su parte, en Okinawa (Japón) tuvo su apogeo otro tejido derivado de las fibras de las hojas de otra especie de banano silvestre, Musa balbisiana, dicho producto era el «bashōfu», cuyo mercado está hoy resurgiendo, llegándose a pagar cifras de 200.000 dólares por suficiente tela como para elaborar un kimono (ref. 13).

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Usos textiles de las bananeras. Crédito: (ref 13).

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Capítulo VI: época de cambios e híbridos / las guerras clon

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El origen y evolución de la banana doméstica empezaría con los primeros tanteos de cultivo de Musa acuminata subespecie banksii en Nueva Guinea hace casi siete mil años, no mucho después tendría lugar el siguiente gran paso en esta historia. Los habitantes de Nueva Guinea, al igual que nosotros, también emigraban a otras tierras en busca de un nuevo (y quizás mejor) futuro y comerciarían con otras gentes. De ese modo, la idea de cultivar bananos y los primigenios y fértiles bananos pre-domésticos subespecie banksii, serían trasladados a otras islas. Pero tales islas no estaban deshabitadas, sino colonizadas desde hace milenios por otras subespecies nativas de Musa acuminata que habían convertido aquellas tierras en su hogar (ref. 19 y 20).

Ese traslado de especímenes fértiles a islas ajenas provocó lo inevitable: la hibridación con las subespecies locales. Sin embargo, aún siendo subespecies estas son tan diferentes entre sí que aún me pregunto por qué los botánicos no las consideran especies diferentes; por ejemplo, cuando hibridan una yegua y un asno dan lugar a una mula: un animal fuerte y con buenas características físicas, pero estéril. Entre distintas subespecies de Musa acuminata pasa lo mismo: como sus progenitores, los híbridos son plantas diploides con dos juegos de cromosomas (denominados AA, una letra por cada juego de cromosomas), donde un juego de cromosomas pertenece a una subespecie y el otro juego de cromosomas a la otra subespecie (ref. 19 y 20).

Dicha dote genética origina plantas que crecen bien y con características físicas aceptadas por los agricultores. Pero esa misma dote genética es incompatible consigo misma para generar células sexuales, dependiendo del híbrido, la producción de óvulos puede de no verse afectada a reducirse y la producción de granos de polen puede caer entre un 50 y un 100%. Por ello se puede afirmar que tales hibridaciones son responsables de la producción de plantas total o parcialmente estériles, en otras palabras, de plantas que no producen semillas (ref. 19 y 20).

Este fenómeno debió de acompañarse de otra característica de nuestros bananos cultivados: la «partenocarpia», la posibilidad de que las flores femeninas lleguen a producir frutos sin necesidad de fecundación. La mayoría de las especies vegetales que producen frutos se aseguran muy bien de que no producirán un fruto a menos de que tenga lugar la fecundación, después de todo un fruto es una inversión energética enorme para la planta cuya única meta es la propagación de las semillas. Sin embargo, en las bananas se producen frutos sin necesidad de fecundación (como ya vimos, los híbridos suelen resultar estériles), la razón de esto es… ¿cuál?

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Uno de los primeros trabajos en este sentido fue publicado en el año 1953 por el botánico experto en el mundo de las bananas Norman Willison Simmonds (1922 – 2002), autor de las monografías “Bananas” (1966) y “The Evolution of the Bananas” (1962); y de más de 250 artículos científicos (más información aquí). Dicho trabajo estableció que existían tres genes relacionados con la partenocarpia; el más importante y presente en las plantas cultivadas es llamado «P1», de carácter dominante, por sí solo es capaz de producir frutos partenocárpicos. Los otros dos genes, llamados «P2» y «P3», tendrían un carácter secundario, aparecen en plantas silvestres y su función en estas es desconocida (ref. 27).

El Dr. Simmonds propuso en aquel entonces la hipótesis de que dicho gen apareció en base a ciertas mutaciones que transformarían un gen con funciones no conocidas en un gen inductor de la partenocarpia; sería posteriormente cuando la selección debida a la domesticación asentaran la versión dominante «P1» (productora de plantas partenocárpicas) en las plantas cultivadas (ref. 27). Trabajos posteriores relacionaron la presencia de la versión dominante gen «P1» con el proceso de fructificación: vieron que el dominante gen «P1» también puede asociarse parcialmente a la producción de frutos de mayor peso y tamaño (aumentando el rendimiento de la planta) (ref. 18) ¿Podría haber sido la búsqueda de frutos cada vez más grandes un factor que paralelamente seleccionara la partenocarpia? ¿Podría haber sido la búsqueda de la partenocarpia un factor que desarrollase frutos cada vez más grandes?  ¿Ambos a la vez? Por ahora, se requieren más estudios.

Otro trabajo, esta vez involucrando a la silvestre Musa acuminata subespecie microcarpa de Borneo (productora de flores monoicas, es decir, flores hembra por un lado y flores macho por el otro), estudió la partenocarpia impidiendo que los polinizadores alcanzaran las flores femeninas. Según sus resultados, en ausencia de fecundación la gran mayoría de las flores femeninas desarrollan pequeños frutos que rápidamente ennegrecen, se abren y mueren. Sin embargo, curiosamente, en todas las inflorescencias se llegaron a desarrollar uno o más frutos maduros en un proceso equivalente a la partenocarpia. Observar flores partenocárpicas y no partenocárpicas en la misma inflorescencia es muy curioso y para los autores implicaría que la partenocarpia está sometida tanto al control genético como al ambiental (ref. 17).

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Racimo de flores femeninas en Musa acuminata subespecie malaccensis de Borneo. Las flores no han sido polinizadas, pero puede observarse en el racimo flores no partenocárpicas (no han desarrollado el fruto, este es pequeño, negro y muerto) y flores partenocárpicas (fruto en desarrollo color verde); (A) detalle y (B) racimo en visión amplia. Crédito: (ref. 17).

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Otro rasgo fundamental de nuestras bananas cultivadas es que el fruto es comestible. Al fin y al cabo, cuando nos comemos un plátano no terminamos con una pelota bloqueando nuestro tracto intestinal. Para los científicos esta característica, el desarrollo de la pulpa, debe de estar bajo control genético y debió de ser seleccionada ya en los cultivos primigenios de esta planta, junto a la esterilidad y la partenocarpia. Una ventana de lo que pudo haber sido esa banana comestible primigenia aparece en los ejemplares silvestres de Musa acuminata subespecie banksii de la isla de Samoa, estas plantas muestran un primer y parcial desarrollo de la pulpa a pesar de que son perfectamente fértiles y silvestres (ref. 19). Los científicos suponen que este rasgo de parcial comestibilidad pudo haberse seleccionado desde la subespecie banksii y desde dicha subespecie, transmitirse y extenderse (y quizás amplificarse) con los eventos de hibridación (ref. 19 y 20).

Pero claro… si estos híbridos son parcial o totalmente estériles no es posible confiar en la producción de semillas para cultivar nuevas áreas o sustituir a las plantas que mueren, luego ¿cómo es posible cultivar esta planta? Los bananos cuentan en cierto modo con un as bajo la manga para reproducirse y es una de las razones por las que la hibridación, aún cuando produce esterilidad, puede ser una vía de generar nuevos tipos y especies de plantas en el mundo vegetal.

Los bananos están capacitados para producir en la base de sus tallos una serie de brotes laterales a través de los cuáles crecen los llamados hijos laterales o retoños; estos pequeños son versiones clónicas de sus padres y tienen la capacidad de crecer llegando a reemplazar a su progenitor y hermanos. Sin embargo, los agricultores tradicionalmente han preferido separar estos retoños de sus progenitores, para generar a través de ellos nuevas plantaciones. Una variante de esta técnica es el uso de rizomas o cormos, tallos engrosados de la planta a través de los cuáles crecen los retoños; estos pueden mantenerse bajo ciertas condiciones para que su producción de hijos laterales sea mayor (ref. 9 y 10).

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Reproducción en musáceas. Izquierda, brote de musácea naciendo de su semilla (flecha blanca), créd.: Grow’Em. Derecha, rizoma o tallo engrosado del que parten los nuevos retoños “clónicos”, créd.: (ref. 8).

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Por tales técnicas de cultivo un banano y sus descendientes son versiones clónicas, los hijos tendrán las mismas características y cualidades de sus progenitores; además, por esta razón las grandes plantaciones de bananos están compuestas por plantas “idénticas”. Aunque la realidad no es tan simple, muchas veces ocurre que: clonado ≠ idéntico. La ciencia ficción nos ha regalado imágenes de soldados clónicos exactamente iguales desfilando hacia la guerra interestelar, los “movimientos anticlonación” venden el terror de crear un nuevo Hitler, periodistas y otros agentes han creado la imagen de que los clones son totalmente idénticos entre sí. La cuestión es que todo ello es una verdad a medias.

De forma natural muchos seres vivos se reproducen clonándose a si mismos. Esto es lo que hacen los bananos y es una cualidad aprovechada para su cultivo. Pero en estas plantas también suceden las llamadas «mutaciones somáticas», estas son mutaciones que se producen en las células que generan los brotes a través de los cuáles crecerán los nuevos retoños, en consecuencia, los nuevos retoños serán plantas mutantes con diferencias respecto a sus progenitores.

Para los botánicos que han estudiado a los bananos y su enorme número de variedades, este tipo de mutaciones han sido las causantes de incrementar de forma notable la variedad de bananos partiendo de los distintos híbridos. De hecho, debido a la esterilidad y la partenocarpia, las mutaciones somáticas han sido, durante la mayor parte de la historia de la domesticación de la banana, la única fuente de variación para la génesis de nuevas variedades de bananas, con distintas propiedades y atributos. Un buen ejemplo es la variedad ‘Cavendish’, un grupo de bananas usadas como postre, que mutaciones somáticas mediante, ha engendrado un gran número de variedades que incluyen a: ‘Lacatan’, ‘Robusta’, ‘Valery’, ‘Giant Cavendish’, ‘Grand Naine’, ‘Dwarf Cavendish’, ‘Petit Naine’, ‘Dwarf Parfitt’, ‘Williams’ y ‘Zelig’, entre otras muchas. Recientemente en las islas Canarias la variedad ‘Dwarf Cavendish’ mediante mutación somática ha dado lugar a una nueva variedad llamada ‘Gruesa Palmera’, un nuevo cultivo para nuestro archipiélago particular (ref. 11 y 25).

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Diversidad de bananas y plátanos: (A) variedad ‘Red’ (genoma AAA) dulce y de gran valor como postre; (B) variedad ‘Palayam Codan’ (genoma AAB); (C) variedad ‘Njalipoovan’ (genoma AB) dulce y suave pero fácilmente auto-destruible; (D) variedad ‘Robusta’ (tipo ‘Cavendish’, genoma AAA) de gran valor para comer tal cual; (E) variedad ‘Nendran’ (genoma AAB), usada para cocinar y hacer chips como si fueran patatas fritas. Crédito: (ref. 11).

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Capítulo VII: orgía vegetal / llegan los híbridos diploides

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De una forma u otra, la hibridación fomentó por un lado la aparición de plantas estériles. Mientras que la partenocarpia (quizás inducida por la hibridación, quizás auspiciada por la domesticación, quizás por ambas razones) fomentaría la producción de frutos sin semillas en estas mismas plantas estériles. Al mismo tiempo se seleccionarían frutos cada vez más grandes y con mayor cantidad de pulpa (características donde la hibridación quizás pudo haber ayudado). Mientras tanto las mutaciones somáticas incrementarían la ya de por sí gran diversidad genética proveída a través de las hibridaciones, generando una inmensa variedad de cultivos.

Por ello la hibridación entre distintas subespecies se considera uno de los pasos cruciales en la domesticación de la banana y de la conversión de un fruto lleno de semillas e indigesto a un fruto sin semillas de más fácil digestión. Según indican los estudios genéticos y lingüísticos, dichas hibridaciones debieron de suceder a través de la “migración Trans-Nueva Guineana”, datada en alrededor de seis mil años de edad y consistente con la domesticación de la banana hace siete mil años de edad. En dicha migración los humanos viajarían a través de Nueva Guinea hacia otras islas, generando al menos tres regiones de contacto entre distintas subespecies de bananos: (1) Nueva Guinea y el sur de Java; (2) Nueva Guinea y el este Filipinas; y (3) entre Filipinas y Borneo con el sureste del continente asiático (ref. 19 y 20).

Estas hibridaciones generaron los ancestros de muchas variedades aún usadas actualmente. Todas estas variedades con un ancestro común son asociadas en un mismo «subgrupo», destacando entre los más importantes: (1) ‘Khai’ y ‘Figue’ de Malasia y el sudeste asiático, fruto de la hibridación entre la subespecie malaccensis con las subespecies zebrina/microcarpa; (2) ‘Buaya’ de Borneo, fruto de la hibridación de las subespecies zebrina/microcarpa con las subespecies siamea/burmanica; y (3) el subgrupo ‘Galeo’ de Nueva Guinea, un cóctel genético de banksii, zebrina y malaccensis (ref. 19).

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Áreas de origen y rutas de expansión de los distintos subgrupos de bananos híbridos diploides. Crédito: (ref. 19)

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Pero sin duda es imposible olvidar al subgrupo ‘Mlali’, que aglutina diversas variedades que hoy solo se encuentran en el este de África e islas vecinas (Madagascar, Comores, Zanzíbar y Pemba). Es considerado un subgrupo muy antiguo que debió de ser muy popular al haber llegado tan lejos; los científicos estiman que su origen es una hibridación entre banksii y zebrina/microcarpa, ocurrida en algún lugar situado entre Java, Borneo y Nueva Guinea, sin embargo actualmente este subgrupo no existe en tales lugares (ref. 19).

Los primeros hallazgos de la presencia de bananas en África se han encontrado en el yacimiento de Nkang (Camerún). En este lugar se han descubierto restos de cerámicas, herramientas de piedra, piezas de hierro, huesos animales, restos de carbón y nueces carbonizadas de las plantas Canarium scheweinfurthii y Elaeis guineensis, todo ello ha sido datado entre 2.580 y 2.170 años de antigüedad. Respecto a lo que nos interesa, también se han hallado abundantes fitolitos de musáceas y han sido identificados como Ensete y Musa por los expertos en arqueo-botánica. Otros autores aventuran que distintos yacimientos de Nkang presentan fitolitos de Musa datados en 2.790 – 2.300 y 2.750–2.100 años de edad (ref. 20, 32 y 33).

La presencia de Ensete no es muy importante, es un grupo de plantas que se encuentra habitualmente en las regiones tropicales de África. La identificación de Musa es otra historia, ya que estas plantas no son nativas del continente africano, si estaban allí es porque alguien las había plantado. Esto es relevante ya que tradicionalmente se ha considerado que África, debido a su enorme número de razas y variedades, ha debido a ser un importante centro de diversificación para estas plantas, cuyo cultivo debió ejercerse durante siglos e incluso milenios (ref. 20, 32 y 33).

La hipótesis del continente africano como lugar de diversificación de la banana también se sostiene por datos genéticos y bioquímicos. Por otro lado, los datos históricos y lingüísticos indican que el cultivo de bananas en África debe de tener más de tres mil años de edad. Los hallazgos de Nkang refuerzan esta visión. Es más, hallazgos aún más recientes realizados en el yacimiento de Munsa (Uganda) demuestran la presencia de fitolitos del género Musa de ¡más de 4.500 años de antigüedad! Si este estudio está en lo correcto, implica que debió realizarse un antiquísimo traslado de bananos desde el sudeste asiático hasta el continente africano con el objeto de su cultivo (ref. 20, 32 y 33).

Actualmente las bananas en África son una importantísima fuente de alimento que ha generado un inmenso número de variedades, aunque muchas de ellas requieren ser cocinadas antes de su consumo (ref. 12). Incluso es posible que la palabra que nosotros usamos para designar a esta planta, «banana», provenga del continente africano. Los lingüistas sospechan que es una extensión o modificación de los términos usados por pueblos africanos para designar a esta planta, como «banana», «banaana», «banna» o «bana»; en Guinea es llamado «bename» y curiosamente hay un grupos de plátanos que son llamados «guineos» actualmente (ref. 7 y 16).

Una curiosa hipótesis alternativa propone que la palabra banana podría tener un origen árabe, ya que el término árabe بنان «banān» y el término árabe بنانة «banāna» son fonéticamente muy similares a nuestro término «banana». Ambos términos árabes hacen referencia a los dedos, por ello ciertos lingüistas teorizan que tal vez los árabes pudiesen llamar a esta planta de tal forma, por extensión de la similitud de un racimo con una mano llena de dedos. Pero esta es una hipótesis bastante discutible, no existe ningún documento árabe que atestigüe que dicha planta era llamada de tal forma (más información en este enlace). Por el contrario, sí que se sabe que la banana era llamada «musa» o algo equivalente por los árabes, como ya vimos al inicio de este artículo (ref. 7 y 16).

Los bananos en el continente africano. Izquierda, comerciante transportando una mercancía bananera, con estos humildes medios pueden llevar hasta 30 Kg. Derecha, «matooke», un plato elaborado con bananas hervidas. Crédito: (ref. 12).

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Capítulo VIII: más cochinadas clorofílicas / llegan los triploides

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Ya hemos contado que la hibridación supuso la aparición de un mogollón de nuevos subgrupos de bananos, ancestros de algunos cultivos modernos. Esta misma hibridación fomentaría la aparición de plantas estériles (sin semillas) y se seleccionarían los frutos partenocárpicos y más carnosos para su consumo. Además, también hemos visto los métodos de propagación de plantas estériles, que por mucha “clonación” a la antigua que lleven, no han hecho otra cosa que incrementar la diversidad bananera.

Sin embargo, la hibridación tendría otra consecuencia imprevista por los primeros agricultores. Anteriormente hemos visto que la hibridación produce incompatibilidades genéticas que matan a las células sexuales, produciendo la consecuente esterilidad. Pero esto no pasa siempre, a veces estas incompatibilidades genéticas crean células sexuales mutantes y anormales: una célula sexual normal tiene un único juego de cromosomas, es haploide; sin embargo estos mutantes tenían dos juegos de cromosomas, eran óvulos o granos de polen de carácter diploide.

Lo cual produjo un curioso fenómeno. Quizás fueron granos de polen diploides que fecundaron óvulos haploides. O quizás granos de polen haploides que fecundaron óvulos diploides. La cuestión es que dicha fecundación produjo un nuevo tipo de planta: una planta triploide, es decir, con tres juegos de cromosomas. Para los animales y para muchas plantas el ser triploide es una tragedia, los embriones resultantes mueren rápidamente, entre otras cosas porque un juego impar de cromosomas dificulta la división de las células y en consecuencia el desarrollo del embrión.

El caso de Musa es sorprendente porque los embriones triploides no solo sobreviven estupendamente, sino que llegan al estado de plantas adultas con facultades añadidas. Estos nuevos bananos, estériles y no productores de semillas, gracias a sus buenas características seducirían a los humanos para la conquista del mundo (ref. 19 y 20).

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formación de un ser triploide.

Ya de por sí el aumento del número de cromosomas es una ventaja inmediata: el paso de una planta diploide a triploide implicó el incremento simultáneo del peso y tamaño del fruto, lo que conllevaría el nacimiento de plantas más productivas (ref. 18). Los científicos también afirman que dicha triploidización debió de ser un fenómeno muy común y extendido, que sucedió múltiples veces en las zonas de cultivo del sudeste asiático e islas (ref. 19).

Uno de los primeros subgrupos de triploides que aparecieron es el llamado ‘Mutika / Lujugira’, actualmente presente en el este de África. Este subgrupo es llamado triploide tipo AAA, porque tiene tres juegos de cromosomas y cada juego de cromosomas es del tipo A (es decir, perteneciente a Musa acuminata). Este subgrupo es fruto de una hibridación entre las subespecies banksii y zebrina y probablemente se originó entre Nueva Guinea y la isla de Java, aunque actualmente no está presente en dichas islas (ref. 19 y 21). Estos bananos se suelen usar en las tierras altas del este africano para su cocinado o para la elaboración de bebidas alcohólicas (ref. 12 y 20).

Sin embargo, en estos tiempos otro jugador entraría en escena. Su nombre es Musa balbisiana Colla, se trata de un banano silvestre originario de las zonas monzónicas del norte del sureste asiático, hoy día esta planta también tiene pequeñas y esporádicas poblaciones distribuidas desde Nueva Guinea hasta Sri Lanka. Además, esta planta cuenta con un genotipo de tipo BB, porque tiene dos juegos de cromosomas y cada juego de cromosomas es del tipo B (es decir, perteneciente a Musa balbisiana). Esta distinción de cromosomas nos será útil para discernir el origen de ciertos plátanos y bananas (ref. 19, 20 y 23).

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Detalles de la planta y fruto de Musa balbisiana Colla. (A) ejemplar de con un racimo de frutos, créd.: promusa. (B), detalle de un fruto maduro, nótese la gran densidad de semillas, créd.: APSnet. (C), detalle de un racimo de frutos inmaduros, créd.: EOL.

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La silvestre Musa balbisiana Colla, también productora de un fruto pequeño lleno de gruesas semillas negras, hibridaría con algunas de las subespecies puras e híbridos de Musa acuminata generando nuevos subgrupos de bananas. Uno de ellos sería el subgrupo ‘Popoulou / Maia Maoli’, este exótico nombre hace referencia a una serie de bananos llamados plátanos del Pacífico cuyo genoma es AAB (la parte A pertenece a Musa acuminata subespecie banksii y la parte B a Musa balbisiana). Los científicos sospechan que ciertos cultivos primigenios de Musa balbisiana serían trasladados desde el sur de China hasta Nueva Guinea atravesando Filipinas. En Nueva Guinea sería donde se originaría el subgrupo ‘Popoulou / Maia Maoli’ por hibridación y desde allí su cultivo se extendería hacía el Pacífico, paralelamente a la expansión humana (ref. 19 y 20).

Otro subgrupo interesante son los llamados plátanos africanos cuyo genoma también es AAB (y al igual que en el caso anterior, el genoma A es de Musa acuminata subespecie banksii y el genoma B de Musa balbisiana). Actualmente estos plátanos africanos son un cultivo bien establecido en las áreas tropicales de África central y del oeste, aunque su origen probablemente debió de darse entre Filipinas y Nueva Guinea. Sin embargo la la ruta que debieron de seguir hasta la colonización del continente africano todavía no es conocida (ref. 19 y 20).

En algunas zonas del continente africano el nombre local que reciben los plátanos africanos parece derivar del término proto-Bantú «kondo», indicando que la llegada a África sucedió antes de la expansión de las culturas Bantú hace 3.000 años. Los hallazgos arqueológicos en Nkang (Camerún) datados entre el 2.750 y el 2.100 antes del presente se aproximan a este lapso temporal. Y aunque las rutas de dispersión resultan desconocidas, la presencia de fitolitos de banana datados en 4.000 años de edad en la localidad de Kot Diji (Pakistán) podría indicar cierta dispersión vía terrestre (ref. 20).

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Áreas de origen y rutas de expansión de distintos subgrupos de bananos triploides. Crédito: (ref. 19)

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Capítulo IX: dominio mundial / el alzamiento de ‘Cavendish’

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Siglos después se seguirían produciendo nuevos casos de hibridación y de triploidización. Uno de los más importantes deriva de dos subgrupos diploides cuyo origen ya hemos conocido. Desde el subgrupo ‘Khai’ de Malasia nacería una nueva variedad llamada ‘Akondro Mainty’. Desde el subgrupo ‘Mlali’ originario de Nueva Guinea e islas cercanas nacería una variedad llamada ‘Pisang Pipit’. Los científicos, apoyados en sus estudios genéticos y sus conocimientos acerca del origen y distribución histórica de los bananos, aventuran que un importante hecho sucedería en algún punto del área comprendida entre Malasia y Tailandia. En aquel entonces, un gameto haploide A de ‘Pisang Pipit’ fecundaría a un gameto diploide AA de ‘Akondro Mainty’. Damas y caballeros, un minuto de silencio y oración, porque aquel que yace eternamente despertó, hubo nacido un dios: ‘Cavendish’, ancestro del plátano de Canarias  (ref. 19 y 20).

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¡Postraos y temed impíos infieles! Aquel que yace eternamente ha despertado. Orad a vuestro nuevo dios ‘Cavendish’. Crédito: Belyavskaya – DevianArt

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‘Cavendish’ es una banana triploide de genoma AAA, actualmente de gran éxito. Pero cuando apareció no estaba sola y hasta hace apenas cincuenta años no era un cultivo importante, era su hermano bastardo quien tenía el bastón de mando del dominio mundial. Su nombre era ‘Gros-Michel’, otro triploide AAA descendiente de la fusión entre ‘Akondro Mainty’ y una variedad que no se sabe si es ‘Sa’ o ‘Khai-Nai-On’; en cualquier caso ambas variedades son herederas del subgrupo ‘Khai’. Hasta el año 1950 el comercio mundial de bananas estaba casi totalmente monopolizado por la variedad ‘Gros-Michel’, por ello era ampliamente cultivada en muchos países (ref. 8 y 22).

Como ya hemos visto, el cultivo de bananas se basa principalmente en el uso de retoños de la planta, por lo que las plantas resultantes son más o menos clónicas. El gran problema de esto es que dichas plantaciones son casi idénticas en muchos aspectos, incluyendo la vulnerabilidad a las enfermedades. El ragnarok de ‘Gros-Michel’ fue una plaga llamada mal de Panamá, una enfermedad causada por el hongo Fusarium oxysporum Schlect. f. sp. cubense, el cual infecta e invade los vasos que transportan savia y nutrientes, matando a la planta. La variedad ‘Gros-Michel’ no pudo hacer nada frente al hongo, siendo casi exterminada. El mal de Panamá tampoco entiende de fronteras ni de latitudes, solo en el valle de Ulua (Honduras) fueron aniquiladas entre 30.000 y 40.000 hectáreas de cultivo entre 1940 y 1960. Los problemas no acababan aquí, este hongo tiene tal resistencia que aún dejando campos sin cultivar para intentar “matar de hambre” al hongo, estos campos estarían inutilizados durante 30 años o incluso más (ref. 22).

Los daños para la industria y comercio de la banana fueron inmensurables, agricultores y productores se vieron en una encrucijada: abandonar el cultivo de bananas y pasar hambre o encontrar al Elegido, aquel capaz de sobrevivir al mal de Panamá. Entonces se fijaron en algunas variedades descendientes de ‘Cavendish’ ¡ellas podían sobrevivir al hongo! Los científicos han observado que en ‘Gros-Michel’ el hongo se propaga sin control a través de los vasos de la planta; sin embargo, algunas variedades de ‘Cavendish’ son capaces de secretar una especie de gelatina en el interior de sus vasos, atrapando e inmovilizando al hongo en su interior e impidiendo su propagación. Con el hongo atrapado e incapaz de seguir infectando, la planta podía seguir creciendo y fructificando. Los agricultores habían encontrado al Elegido. Desde 1960 hasta el día de hoy, ‘Cavendish’ sería la banana dominante a nivel mundial (ref. 22).

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Imagen de un campo de bananas devastado a causa del mal de Panamá en Malasia en el año 1995. Crédito: PMN

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La especie Musa balbisiana también seguiría interviniendo, aunque su impacto en la economía mundial apenas sea un pálpito, su papel sería clave para muchos pueblos con agricultura de subsistencia y para reducidas economías locales. En La India se formaría a partir de la hibridación de plantas del subgrupo ‘Mlali’ con M. balbisiana el subgrupo ‘Pome / Prata’ de genotipo AAB, así como sus parientes ‘Nendra Padathi’ y ‘Nadan’; estas son bananas de sabor dulce y ácido al mismo tiempo. También se formarían otros triploides de tipo ABB, aunque su lugar de origen no está del todo claro. En estos el grupo de cromosomas A deriva de banksii y concretamente de alguna variedad derivada de ‘Cavendish’. Son muy importantes en el subcontinente indio y en África (ref. 19). Los mentados son solo algunos ejemplos, los híbridos entre Musa acuminata y Musa balbisiana han engendrado multitud de variedades con diferente proporción de genoma A  y genoma B (ref. 3).

Además, los estudios genéticos indican que cuando se produce una hibridación de esta índole, el resultado es mayor que las suma de las partes, creándose nuevos seres previamente no existentes en la naturaleza. Esto es consecuencia de una serie de fenómenos que ocurren cuando se “mezclan” genomas tan dispares: el genoma en sí se reestructura, ciertos elementos en apariencia desactivados se activan de nuevo, otros genes son eliminados o silenciados, mientras que el funcionamiento de otros genes es modificado, así como también otros genes realizarán sus funciones bajo otras circunstancias. En ciertos casos incluso es modificada la estructura de los cromosomas (ref. 3).

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La segunda oleada de bananas triploides, con punto de origen y expansión. Las letras AAA Cav. hacen referencia a ‘Cavendish’. Crédito: (ref. 19).

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Capítulo X: conclusiones / ¿quién esclaviza a quién?

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Hemos visto la historia de la banana, desde un fruto pequeño y lleno de semillas prácticamente incomible hasta las sabrosas producciones de la variedad ‘Cavendish’. Seres humanos dedicados a los negocios, seguro se sentirían henchidos de orgullo, tienen poder, han esclavizado a una planta para la producción en masa con el objetivo de que les reporte beneficios. Desde edificios de hormigón y cristal podrían disfrutar de sus extensos campos, de plantas cuyos frutos son esquilmados una y otra vez, con una sonrisa de oreja a oreja, el humano admiraría su poder al ver lo que es capaz de hacer como la especie más poderosa del planeta…

Esa sería la perspectiva humana. Aunque quizás un banano no estaría de acuerdo. Desde sus orígenes los bananos han sido pícaros de la jungla cuya única razón de existencia ha sido la propagación y la diseminación. Quizás, si un banano tuviera capacidad de raciocinio, quizás, si fuesen capaces de ser conscientes de su existencia, contarían una historia diferente:

Habrían visto la historia de los humanos, desde criaturitas que viven en pequeñas tribus hasta urbes de acero y hormigón. Bananos dedicados a su multiplicación, seguro se sentirían henchidos de orgullo, tienen poder, han esclavizado al ser humano para su propia multiplicación en masa y a gran escala, solo a cambio de míseros plátanos sin valor. Desde sus legiones contadas por millones, los bananos podrían disfrutar observando a los humanos invertir su más preciado bien (el dinero) para multiplicarlas a ellas, verían humanos transformando hectáreas de terreno solo por ellas, frente a ellas tendrían a humanos trabajando de Sol a Sol para mantenerlas a ellas y solo a ellas; con una sonrisa interna de hoja a hoja, el banano admiraría su poder al ver que han sido capaces de doblegar a una de las especies más poderosas del planeta para su propio beneficio…

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Vista aérea de hectáreas de cultivo de bananas en Innisfail (Queensland, Australia). Crédito: tropicanabanana

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En la jungla la banana silvestre usa a los animales para fertilizar sus flores y para dispersar sus semillas, desde la perspectiva de un banano, un murciélago o una civeta son un mero transporte para sus semillas. En el mundo moderno, con sus grandes máquinas y potentes tecnologías, quizás las cosas no hayan cambiado tanto. Los bananos han sacrificado sus semillas y sus frutos son enormes, pero desde la perspectiva de un banano, la situación no dista mucho de su situación original, donde ahora es el Homo sapiens quien es un mero vehículo usado para dominar el mundo y reemplazar a toda planta que pueda competir con ellas. Para el banano es una mejora, un humano es mucho más eficiente que una civeta.

¿Nosotros gobernamos a las plantas? ¿O quizás ellas nos gobiernan a nosotros? No es una pregunta de fácil respuesta y responde más a un ámbito filosófico. Quizás sean ambas cosas a la vez, pero no creo que mucha gente esté dispuesta a admitir que los “hijos de Adán” fueron expulsados del Paraíso para ser esclavos del mundo vegetal.

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Cuando las bananas gobiernen el mundo… si es que no lo están haciendo ya…

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Y aquí terminamos. Mi enhorabuena si habéis llegado hasta aquí. Debo admitir que esta es una entrada que tenía ganas de escribir desde que comencé con esta serie hace cuatro años. Hemos visto que la banana, o plátano, o guineo, o pisang, como quieran llamarlo; comenzó como un fruto pequeño, feo, incomible, lleno de molestas semillas y dañino para la salud. Hoy es una maravillosa y dulce fruta ideal para nosotros los Homo sapiens. El plátano llegó a ser tan perfecto para el ser humano porque el ser humano, basándose en mecanismos que suceden continuamente en la naturaleza (como las mutaciones, las hibridaciones y la selección), se empeñó en convertir tan paupérrima fruta en lo que es hoy. La ciencia nos ha desvelado sus secretos, mas aún quedan unos cuantos por resolver, debido a ello… ¡Son requeridos más estudios!

Pero aquí no acaba «El Huerto Evolutivo». En la próxima entrada de esta serie, nos adentraremos en el mundo de un vegetal bastante hardcore desde el punto de vista evolutivo, no se lo pierdan.

[continuará…]

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REFERENCIAS.

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  • 8.- Galán Saúco, V. & Cabrera Cabrera, J. 1992. Gran Enana, un nuevo cultivar comercial de platanera para Canarias. Departamento de Fruticultura Tropical, Centro de Investigación y Tecnología Agraria (C.I.T.A.). Gobierno de Canarias. Consejería de Agricultura y Pesca. Documento de acceso libre, aquí el enlace a los Cuadernos de Divulgación del Gobierno de Canarias.
  • 12.- JAICAF. 2010. Cooking Banana in Africa. Japan Association for International Collaboration of Agriculture and Forestry. Artículo de acceso libre. Artículo en formato pdf.
  • 25.- Robinson, J. C. & Galán Saúco, V. 2010. Bananas and Plantains. Crop production science in horticulture, nº 19; CABI, 311 páginas.
  • 30.- UNCTAD. 2012. Banana. United Nations Conference on Trade and Development. Acceso libre.
  • 31.- USDA. Bananas, raw. Agricultural Research Service United Status Department of Agriculture. Acceso libre.


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